Ahora que andaba hacia el final de sus
días
echaba la vista atrás con
frecuencia,
demasiada frecuencia, para ser
exactos
y apareció un detalle, que no se
tuvo en cuenta
una y otra vez repetido en su larga
existencia.
Según le habían contado, en sus comienzos
ella, su madre y los médicos
acabaron hartos
no había manera de ver la luz, de
estar fuera
esa fue la primera espera, en la
sala de partos.
Contrario a lo habitual, a las
costumbres
en el día de su enlace, de su boda
fue de las primeras en llegar, de
coger sitio
su cónyuge, con resaca, se demoró
en exceso
y no le quedó más remedio que
contar las horas.
A partir de esa fecha fue un goteo
de esperas
tuvo que esperar a que reconocieran
su talento
no llegaba el momento, siempre
había un pero
un obstáculo, una demora, un quizás
mañana,
trabajar el doble, por la mitad de
dinero.
Esperó también a tener su primer
embarazo
por lo visto la providencia no
estaba de su lado
y así durante bastante tiempo, algunos
años
hasta que por fin llegó el retoño y
el abandono
su marido, la dejó, acusado de
maltrato.
Y otra vez a esperar, a que el pelo
no fuera cano
seguía doblando turnos por la mitad
de sueldo,
en el trabajo alguien de arriba le
metió mano
y ella tuvo que denunciar, que
exageraba le decían
y tuvo que ver el juicio desde el
tendido
Ahora que es mayor y peina canas
tiene que esperar, para ver a su
nieto
que ya han salido de casa, reza el
mensaje
“se creen que soy tonta” dicen que
ha dicho
y mientras espera, quita la comida
del fuego.
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