Seguramente me hubiera ido mejor
si hubiera sido obediente
y haber hecho caso a mis mayores
de los avisos y consejos
con los que a diario machacaban mis
oídos
y otros tantos que se quedaban a
las puertas
o pasaban de largo, saliendo por el
opuesto
acerca de mi futuro y cosas
parecidas
para ser un hombre de provecho
y no desviarme del camino recto,
debía esmerarme más en el colegio
recitar al dedillo las tablas y los
números
pero a mí me iban más las letras
las historietas, las fábulas y los
cuentos
y aquí estamos, con el paso de los
años,
las ciencias encerradas en el
armario
junto con las fórmulas, la orla y
el tiempo
mientras me aplico en la próxima
historia
rompiendo las puntas de los lapiceros
y gastando papel, tinta y los sesos
para contarla de seguido en la
calle, en el parque
o en cualquier otro improvisado
escenario
a todo aquel que quiera escucharlas
mientras reclamo la atención de
niños y grandes
desgañitándome, intentando no
perder el hilo
mientras me miran de arriba a abajo,
la dicción, los movimientos, las
palabras
juzgando y juzgándome
en el mejor de los casos
y yo tratando de perseguir mis
sueños
intento sacar el fruto
y solo al finalizar el día
y vaciar los bolsillos sobre la
mesa
unas pocas monedas dan cuenta
de lo sacrificado que es el
esfuerzo
apenas sacas cuartos para ir
tirando,
unas viandas y un par de tragos
pero teniendo como tengo el cielo
como techo
y respirando libre todo el aire que
puedo
contando las historias que yo me
invento
y que gusta por lo que veo y siento
al que pierde parte de su tiempo
escuchándolas mientras me aplico en
el oficio
solo por eso soy capaz de romper
las barreras
que encuentro a mi paso
sacando fuerzas para continuar el
día a día
de contador de cuentos
y acabada esta historia
y esperando les haya gustado
llega la parte que más miedo tengo
pasar la gorra al hilo de una vieja
letanía.
***