Y mucho,
muchísimo mal genio, además de violento, eran sus credenciales, capaz de
reventar las tripas del prójimo mientras le hacían la manicura, pero en el
fondo era un flojo, se mareaba al ver, fuera de contexto, cualquier gota de
sangre.
Un día,
teniendo que solucionar con un galeno un asuntillo turbio de recetas, pastillas
y todo eso, se presentó en la consulta antes de lo debido y se produjo un
malentendido.
Acabó en una
camilla, medio muerto, con una vía clavada en el brazo derecho, mareado y
descompuesto, llamando a su mamá y con medio litro de sangre a su lado,
envasada al vacío.
***