sábado, 28 de diciembre de 2024

EL RELOJ DE PALACIO (Microrrelato hasta 100 palabras)


 CONCURSO RELATOS EN CADENA

Como desde los noventa, pienso, sigo siendo eficiente, aunque algo más viejo y anticuado. La maquinaria sigue cogiendo polvo si no la engraso.

Hoy todo el mundo trabaja en casa, aunque yo llevo haciéndolo desde que me instalaron en uno de los salones de palacio. Siempre la misma tarea, las mismas rutinas.

Ya casi nadie me presta atención, algún despistado para darme cuerda si me paro o para poner el reloj en hora utilizando la mía como referencia.

Ahora si me disculpan les dejo con lo que estaban haciendo, es la hora del té y tengo que cantar las cinco en punto: “CU-CU”.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

CUENTO DE NAVIDAD

 


¿ENCUENTRO FORTUITO O DIVINO?


Era alto, desgarbado, amargado y triste. De tez blanca y pelo negro. Los pómulos los tenía prominentes y la piel seca. Los ojos negros daban cobijo a unas pronunciadas ojeras.

Era una persona de rutinas. Salía de casa a la misma hora, cerrada la puerta de casa guardaba la llave en el bolsillo, en el derecho, era diestro.

Ya en el ascensor, cada día encontraba a la vecina, corriendo por el pasillo, sofocada, con la intención de acceder al mismo antes de que se cerrara la puerta, pero él, con las manos en los bolsillos, no hacía ademán de sujetarlas, así de grosero era el tipo.

En la calle seguía ejerciendo de ordinario. No cedía el paso, tampoco daba los buenos días al entrar en los sitios. Su falta de cortesía era crónica. Si alguien le formulaba alguna pregunta o le compartiera alguna duda les miraba de soslayo, perdonándoles la vida y dando la callada por respuesta.

Una de las cosas que más le molestaba, era pasar cerca de los parques donde hubiese niños, no soportaba el ruido y el bullicio que generaban. Un día, se les escapó la pelota a unos críos y fue a caer a sus pies, tuvo la sangre fría de dejar que saliera a la calzada, siendo esquivada por algunos vehículos mientras otros frenaban en seco. Así se las gastaba el nota.

Y así pasaba los días, sin apenas contenido, pero hoy, algo ocurriría que le cambiaría la vida, la actitud para el resto de sus días.

Salió de casa como de costumbre, su vecina corrió y corrió por el pasillo como cada mañana, sin suerte, como era obvio, ya en la calle fue insolente y maleducado unas cuantas veces.

En un cruce de calles, esperando el turno de cruzar, con las manos metidas en los bolsillos, pensando cosas en negativo para reivindicarse en lo suyo, notó como alguien le agarraba el brazo. Frunció el ceño y abrió los ojos de seguido, con una expresión de asombro y sorpresa de tal magnitud que, si hubiera usado lentillas en ese momento estas se le habrían caído al suelo.

Miró de reojo para ver quién había sido el osado, y no pudo creer lo que veían sus ojos. Una dulce viejecita, de metro y medio de alzada, con gafas de cristal grueso, un moño de color cano por peinado y una sonrisa de oreja a oreja, sin mediar palabra le estaba dando indicaciones con la cabeza para que le ayudase a cruzar la calle. No teniendo más remedio, dio el primer paso, arrastrando la carga que le había tocado en suertes, pero como la viejecita era lenta, se agotó el tiempo de paso y los dichosos semáforos se volvieron rojos de repente, quedándoles todavía medio camino para estar a salvo. Los coches impacientes por seguir contaminando el ambiente, empezaron a hacer rugir sus motores y a sonar las bocinas, así que nuestro amigo tuvo que sacar una de las manos del bolsillo, por primera vez en muchos años y empezar a dar el alto a cuanto vehículo pudiera poner en peligro a su inusual pareja.

Con mucho esfuerzo, consiguieron llegar a la otra orilla. La anciana señora en agradecimiento y sin mediar palabra le endosó un par de besos en las mejillas. Nuestro seco amigo que no estaba acostumbrado a recibir tanto afecto, quedó totalmente desajustado.

No terminó aquí la faena, pues aún la buena señora le pidió otro mandado, que le acompañara a casa. Vivía cerca, a dos manzanas. Como era tan buen mozo quería que le alcanzara una caja que tenía en los altos de un armario, donde guardaba unos objetos muy valiosos para esta época del año, ya que, dada su avanzada edad y su corta estatura, sería un peligro para ella siquiera intentarlo.

Una vez en casa y con el favor hecho y la caja descansando en el suelo, la buena señora le enseñó el contenido, eran unos adornos navideños y como estaba próxima la Navidad y ante la ausencia de su difunto esposo, que era la persona encargada de estos menesteres, se le había ocurrido la feliz idea que le ayudase a decorar la casa. Había notado la buena señora, que nuestro borde amigo, estaba falto de cariño y quizá pudiera hacerle disfrutar esa tarde de unos buenos y familiares ratos.

Y así pasaron la tarde, tomando chocolate caliente y unos deliciosos mantecados mientras cortaban papel de plata para hacer el riachuelo y cartón duro para las estrellas, echándoles purpurina y unas gotitas de pegamento y cartulinas de color verde para la hierba y pintando de azul oscuro unas cuartillas, simulando una hermosa noche sobre la que sujetar las brillantes estrellas.

Se encontró a gusto nuestro amigo. Fue feliz ese día y los siguientes días, que aún consiguió la dulce abuelita que viniera a casa a visitarla.

A partir de esos días, ya nunca más paseo con las manos metidas en los bolsillos. Su vecina, la que corría todas las mañanas por los pasillos, se llamaba María, se lo preguntó un día que coincidieron en el ascensor, al entrar ella sofocada mientras él le sujetaba la puerta.

Ya no hubo más pelotas que se fueran a la calzada cuando pasaba por los parques, aunque, eso sí, tuvo primero que aprender a dar patadas a la bola para impedirlo.

Ya no vestía únicamente de negro y sonreía más a menudo.

El sol y la luz por fin habían entrado en su vida y fue feliz el resto de sus días, gracias a que esas Navidades conoció a la dulce abuelita de metro y medio de alzada, pelo cano y gafas de cristal grueso que le cambio la actitud con la que afrontar la vida.

Él ahora decora su casa con los adornos que contenía la caja y que le dejó la dulce abuelita en herencia poco antes de que abandonara este mundo y él cada vez que pega las estrellas en la cartulina que hace las funciones de noche, se acuerda de ella.


viernes, 20 de diciembre de 2024

NOCHEBUENA EN BELÉN


 
Pastorcillo ¿Por qué corres tanto
en esta hermosa noche estrellada
no deberías estar en casa, acostado
esperando que despunte el alba?
 
He oído que ha nacido un niño
en Belén, entre animales, en un establo
dicen que es el hijo de Dios Padre
y que ha venido al mundo a salvarnos.
.
¿Cuándo ha sido? Vayamos a verlo
ya hace, antes de que cantara el gallo
voy a por leche, pan y algo de abrigo
y a los pastizales a recoger el ganado.
 
Mira esa estrella que luce tanto
se mueve, hace señas con su brillo
quiere que la sigamos, señala el camino,
ya veo el establo y en el pesebre al niño.
 
Por las casas, los caminos y las veredas
los ángeles cantan la buena nueva
las gentes reúnen lo poco que tienen
algo de sopa, unos trapos y unas leñas.
 
José con el callado azuza la lumbre
miga el pan y pone leche en un cazo
esta noche el pesebre hará de cuna
María arrulla al niño en sus brazos.
 
¿Por qué hay tanto ruido, pastorcillo?
vienen cantando al recién nacido
tocan panderetas y zambombas
ya veo el establo y en brazos al niño.
 
En Belén ha nacido un niño
los ángeles cantan la buena nueva
las estrellas alumbran el camino
es Noche de Paz, es Nochebuena.

***

miércoles, 18 de diciembre de 2024

SIN ESFUERZO (Microrrelato hasta 100 palabras)


Te puedes hacer de oro sin esfuerzo, repetía machaconamente mi jefe, mientras me conformaba recogiendo las monedas de los platillos o sisándole las vueltas. También aprovechaba los pasillos del súper para comer de antojo, sin gastarme un duro, claro, hasta que me pillaban.

Un día me envió a un tugurio a recoger un paquete que resultó sospechoso. Decidí gastarle una broma. Le comenté por teléfono que lo había perdido.

Al llegar a la oficina, vi cómo le sacaban en una camilla, envuelto, un infarto, del susto creo.

Y ahora disfrutando en estas playas paradisiacas, me viene a la memoria aquella famosa frase que repetía tanto.

martes, 10 de diciembre de 2024

LA VERJA (Microrrelato hasta 100 palabras)


 CONCURSO RELATOS EN CADENA

Ser útil me hace feliz (Anónimo), así rezaba el cartel que colgaba de la verja de entrada.

Le hizo gracia al leerlo, incluso gastó bromas con su padre mientras le acompañaba dentro.

Han pasado los años. Su padre ya no está y hoy, es a él al que le tiemblan las piernas y le pesa el culo, incluso le tienen que ayudar con la comida o cuando tiene necesidad de ir al baño.

Ahora comprende por qué el cartel de la verja está situado hacía fuera, para que solo lo puedan leer los que pasan por delante y no los que viven dentro.


miércoles, 4 de diciembre de 2024

TRATAMIENTOS ALTERNATIVOS (Microrrelatos hasta 100 palabras)


 RELATOS EN CADENA


El prohibitivo tratamiento de mi nieto no garantizó el éxito, eso lo descubrí pasado un tiempo.

Había tomado todas las medidas que tenía al alcance para enfrentarnos a los síntomas que padecía: ausencia de cariño, desinterés por dar y repartir abrazos y besos, muestras de aburrimiento en las visitas a los abuelos. Para ello recurrí a pitonisas, chamanes y brujas.

Al final me decidí por la cirugía. Viajes, estancias, los mejores especialistas y hospitales de distintos países, todo resultó inútil a la vista de los resultados.

Ahora era más cariñoso, eso sí, abrazaba más y todo eso, pero no a mí sino a los otros abuelos.