jueves, 27 de febrero de 2025

LOS LENTES DE LA ABUELA (Microrrelato hasta 500 caracteres)


 

DIVERSIDAD LITERARIA CONCURSO INTERNACIONAL
OTOÑO E INVIERNO IX
SELECCIONADO


Era el último día de escuela y del otoño. Guardó el cuaderno de hacer cuentas, el lápiz y la goma de borrar. Le gustaba llamarla goma de los aciertos, porque le permitía corregir los errores que cometía, pero apenas la usaba.

Al salir, le entregaron la hoja de valoración y una nota que debía regresar con la firma de los papás.

Vivía con su abuela, solas las dos. Su yaya era mayor y apenas sí podía sujetarse los lentes.

Mañana comenzarían las vacaciones de Navidad y también el invierno.

domingo, 23 de febrero de 2025

LA OFRENDA


 

Te miro y no me canso, de mirarte cada noche caigo enamorado, luna del alma mía. No cejo en el empeño de buscar en cada uno de los atardeceres los momentos mágicos, aquellos en los que el horizonte se baña en los rayos tardíos de tu enemigo para, acto seguido concederte el permiso de reinar en la oscuridad de la noche.

Te sueño luna de mis sueños. En uno de aquellos, siendo tu creciente en unas de las fases, y yo joven todavía, soñé estar sentado en uno de tus extremos, mientras los pies se balanceaban en el vacío dejado por el estrellado universo, entretanto disfrutábamos el uno del otro, el mundo teníamos a merced nuestra.

Cuando el cansancio se apoderó de mi cuerpo, y los ojos se vencieron de sueño, luna mía, dejaste mi cabeza apoyada en tu blanco rezago mientras me susurrabas al oído unas hermosas notas de amor que yo en mi sueño tarareaba y las hice mías.

Ahora con el paso del tiempo, todavía recuerdo aquel encuentro ¿Qué clase de melodía regalaste mis oídos aquella noche estrellada, luna mía, que desde entonces me encuentro sometido a tu influjo y más que nunca unido a tus encantos y a aquellos compases de amor que suenan constantemente en mi cabeza y cambiaron mi vida?

Te miro y no me canso, luna del alma mía, me enamoras cada noche antes de que despierte el nuevo día y cuando te conviertes en luna llena en otra fase de las tuyas, vago por los caminos tarareando la melodía mientras busco tu brillo y de paso intento obtener alguna ofrenda que, en sacrificio, ofrecerte, mi hermosa luna. ¡Auuuuuuuu!

martes, 18 de febrero de 2025

EFICACIA PROBADA (Microrrelato hasta 100 palabras)


 CONCURSO RELATOS EN CADENA


Manuel decidió saltarse la merienda. Hace unos días tuvieron que llamar al veterinario. Algo le pasaba al semental que no cumplía. Nada que no tuviera remedio, dijeron. Que le diéramos unas gotas de un extraño potingue disueltas en el forraje, a la hora de la merienda. En unos días estaría como nuevo, le aseguraron.

El bicho le había costado mucho dinero y Manuel no se fiaba de su eficacia.

Había trascurrido una semana y empezaba a estar cansado del sabor amargo del brebaje, su mujer, en cambio, canturreaba a todas horas, con la blusa desabrochada y el pelo suelto.


viernes, 14 de febrero de 2025

LA CÁSCARA DE PLÁTANO

 

MICRORRELATOS HASTA 100 PALABRAS

CONCURSO RELATOS EN CADENA


Le dio la idea de embadurnar con aceite los escalones. Era lo que ella andaba buscando.

Un día, después de pringar de aceite la escalera del sótano, colocó a propósito las mondas de una jugosa naranja, pidiéndole a su marido que bajara. Otro día fue la piel de una manzana pocha.

Antes de darse por vencida probó con la cáscara de un plátano pasado, con tan mala fortuna que, haciendo traslado de ropa no se fijó donde pisaba, golpeándose la cabeza.

Ha trascurrido el tiempo, ahora él pasa las tardes limpiando con esmero los epitafios de la tumba. Al terminar deja con meticuloso descuido una cascara de plátano, de recuerdo.

lunes, 10 de febrero de 2025

EL PRÉSTAMO


 

Resultó ser un día raro, desigual, triste, duro. Todo comenzó con una llamada que no debí atender.

- ¿Dígame?

- ¿Sr. Colombo? ¿Luis Colombo?

- ¿Quién llama?

- De la oficina de su hermano. Necesitamos verle, es urgente.

- ¿Qué ocurre, que le ha pasado?

- Le ruego que venga enseguida, es muy urgente. Le llamamos a usted porque figura como contacto de emergencia en su móvil.

- ¿En su móvil, y que hacen hurgando en su móvil?

 

Y ahí estaba él, a escasos metros del edificio de oficinas donde acudía los días que no teletrabajaba, tirado en la acera, quieto, inmóvil, agarrando el teléfono móvil con una mano, mientras que la otra, dislocada, girada de forma graciosa, daba la impresión de estar diciendo hola o adiós, según la perspectiva, menuda paradoja porque yacía muerto, quizá fuera consecuencia de la caída, de ahí esa postura tan divertida a pesar del momento.

El cuerpo estaba rodeado de un enorme charco de sangre, por descontado.

Una ambulancia, dos coches de policía junto con el personal necesario, varios curiosos y la seguridad del edificio impedían el acceso, estos últimos fumando y mucho, por cierto.

Se acerca un policía con una placa o algo parecido en la mano, no le presté demasiada atención porque la retiró en un visto y no visto.

Sin darle tiempo, comienzo por pedirle explicaciones a lo que él empieza haciendo un relato pormenorizado de los hechos:

Que ha aparecido el cuerpo de mi hermano tirado en la acera. Posiblemente se haya caído de la azotea. Se lo podría haber ahorrado, era evidente, esto último lo pensé.

Que están esperando a que llegue el forense para firmar la autorización para levantar el cadáver y retirarlo de la vía pública, entre otras cosas porque entorpece el trasiego de los viandantes y el correcto tránsito del tráfico. Tanta curiosidad provoca que los vehículos reduzcan la velocidad y por consiguiente van formando atascos tanto en la calzada como en la acera y unido a la proximidad de la hora punta, pues que me haga una idea. Esto último también se lo podría haber ahorrado, pensé nuevamente.

Que el cuerpo sería trasladado al Anatómico Forense para realizarle la correspondiente autopsia a lo largo de la mañana en cuanto apareciera el juez de guardia, aunque parecía claro que se trataba de un suicidio.

Eso parecía obvio, pensé en voz alta.

 

Después de permanecer aproximadamente unas ocho horas en la sala de espera, se acercan dos señores, uno con una bata blanca, impoluta y el otro también, pero manchada de sangre, junto con dos agentes de policía, jovencitos y cachas, ambos. Reclaman mi presencia y me informan con todo lujo de detalles de los resultados de la autopsia y los alimentos que había ingerido el difunto esa mañana, que, si la leche del café no era entera que era de avena, que la tortilla de patata tenía cebolla, que el aceite de la tostada era virgen extra y que el zumo de naranja no era natural, era néctar de naranjas recién exprimidas. También me indican que dio negativo en el análisis de drogas y otras sustancias y me preguntaron si tenía motivos para abandonar este mundo así por las buenas y que, si había recibido alguna carta o nota, de esas que suelen escribir los que intentan acabar con sus vidas, o que logran escribir y al no reunir el valor suficiente de llevarlo a término, intentan recuperar por todos los medios como si fuesen unos posesos.

En resumen, no tenían claro que se tratara de un suicidio.

Me quedé con esto último, ¿Qué no está muy claro? – pregunté.

Nuestra conclusión es que el difunto, su hermano, se encontraba en la azotea del edificio hablando por teléfono, con alguien cercano. Suponemos que el difunto, intentó encender un cigarrillo, colocándose el terminal entre la oreja y el hombro, mientras desarrolla la acción, y al hurgar en los bolsillos para localizar el encendedor, hace algún movimiento brusco provocando que el teléfono móvil se le desprendiera de la oreja y se cayera al vacío, con tan mala fortuna que, en una reacción absurda, al estirar el brazo para agarrarlo pierde el equilibrio y se va detrás de él, cayendo igualmente al vacío.

La buena noticia es que antes de llegar al suelo consigue asir de nuevo el terminal y seguramente aún tuvo tiempo de cortar la llamada pulsando el botón correspondiente.

La mala, es que después de agarrar el móvil, aún le queda tiempo de golpearse la cabeza unas cuantas veces con la estructura del edificio, al menos desde la planta catorce hasta la siete, unas diez veces, en alguna planta llegó a golpearse hasta en dos ocasiones.

Y ahora me encuentro en el tanatorio, con ojeras, firmando la nota de entrega del cuerpo del difunto, esperando que llegue su viuda, seguro que era con ella con la que hablaba por teléfono en la azotea,  y el resto de familia, algunos amigos y compañeros de la oficina, y pensando que argumento me invento para justificar la muerte del difunto, que si no era un suicida o que era un descerebrado inconsciente o que la culpa es de la mala digestión de la leche de avena o de lo inoportuno que fue el cigarrito.

En tanto se desarrolla el duelo, el difunto, ajeno, estará yaciendo en la sala de al lado, la sala número cuatro, rodeado de flores que se marchitaran en un abrir y cerrar de ojos, mientras busco el momento adecuado para decirle a mi cuñada, la viuda, que al difunto, mi hermano, le presté dinero y que no tengo nada firmado, que era un adicto, a las juergas y al juego y y que cómo me lo piensa pagar, ahora que no tiene donde caerse muerta.

miércoles, 5 de febrero de 2025

EL FAVOR


 

MICRORRELATOS HASTA 100 PALABRAS

CONCURSO RELATOS EN CADENA


Me esparce crema solar por el cogote, no me gusta. ¡Está tan fría! Pero no digo nada, no me atrevo, la dejo que me embadurne, incluso no diría nada si me vaciara todo el bote. La veo muy metida en esa tarea, incluso me ha regañado un par de veces, diciendo que me esté quieto, que no me mueva tanto.

Cuando termina, cierra el bote y se aparta un momento, entonces aprovecho para liberarme.

Su marido me da las gracias por el detalle. Tenían un hijo de mi edad, se fue hará un año, desde entonces a ella se le ha ido también la cabeza.