le repite su madre gritando
al salir de los santos oficios
soltándose de su mano,
mientras corre sin hacer caso,
ahí va la loca de la cara bonita
gritaban los vecinos a su paso
toda vestidita de blanco.
hasta perder el aliento
por los caminos inacabados,
solitarios y mundanos,
los que alcanzando los trigales
a menudo pasan de largo,
los mismos que llegan al molino
y que de tanto esperar a su Quijote
ha tiempo que se hizo viejo.
que nunca se estaba quieta
y ella corría y corría sin freno
saltando de charco en charco,
con sus calcetines de perlé
y el lacito azul de raso
y su madre gritaba a lo lejos
“No te manches los zapatos”,
“No pierdas la cinta del pelo”.
la loca esa de la cara bonita
la misma que camino a la escuela
se retrasaba cogiendo moras
y conseguía parar el tiempo
y cuando quería darse cuenta
sonaba a lo lejos la campana
y llegaba la última a la escuela
con la cara llena de arañazos
y morados los labios de moras
y los libros se quedaban olvidados
entre las zarzas y los arbustos.
que le gustaba hacer el pino
y ver el mundo al revés
tocar la tierra con los dedos
y que la falda le cubriera la cara
mientras a sus espaldas murmuraban
ahí va la loca esa de las enaguas blancas
la de los pensamientos raros
y la diadema de flores de camomila,
de azahar y manzanillas en el pelo.
recogiendo mariquitas y gusanos
la que escucha cantar a los pájaros
y mirar el sol con los ojos cerrados
cuando está en lo más alto
y pasear bajo las sombras
de alcornoques y castaños
buscando que le hagan guiños
cuando camina bajo sus ramas.
sentada en su habitación
con la mirada ausente y perdida,
unos grandes ventanales
le recuerdan el pequeño jardín
y la fuente de piedra, sin agua
mientras sostiene en las manos
la diadema de flores secas
de azahar, camomila y manzanillas
y la cinta azul de raso
y oye a lo lejos gritar a su madre:
“No te manches los zapatos”,
“No pierdas la cinta del pelo”.