Tenía suerte de vivir a las afueras
a la salida del pueblo, en un extremo
desde uno de los balcones de la casa
veía el campo, al otro lado de la calzada;
para hacer unos apaños, salió temprano,
aquella fría mañana, a eso y a otra cosa
que le rondaba la cabeza, hacía unas jornadas
acabada la tarea, enfilo el camino de vuelta,
por la rambla, el que conduce a los huertos,
"el camino largo", le llamaban, los más viejos
cruzaba el río, por las acequias, hasta las eras
y pasaba por la puerta del camposanto
entre tanto se agachaba y recogía flores,
unos jacintos silvestres, unas collejas
madreselvas, lavandas y manzanillas
e hizo un hermoso ramillete de flores
más adelante cogió margaritas y amapolas
unas anémonas, malvas, tomillo y romero
con una espiga a modo de cuerda,
ató los tallos, con un nudo y varias vueltas,
quedó precioso el ramo, hermoso de color
y variado de tamaño y de formas
“para mi esposa, que la quiero tanto” pensó,
al llegar a casa, fue corriendo a su encuentro,
la encontró en la azotea, recogiendo unas cosas
con el ramo asido en una de las manos
y ambos fuera de su vista, apoyados sobre la espalda
abrazo a su mujer como no lo había hecho nunca
con el brazo que le quedaba suelto,
y le entrego el ramillete de flores silvestres,
cogió una que se le había caído al suelo
y a modo de broche, la coloco en su pelo.
a la salida del pueblo, en un extremo
desde uno de los balcones de la casa
veía el campo, al otro lado de la calzada;
para hacer unos apaños, salió temprano,
aquella fría mañana, a eso y a otra cosa
que le rondaba la cabeza, hacía unas jornadas
acabada la tarea, enfilo el camino de vuelta,
por la rambla, el que conduce a los huertos,
"el camino largo", le llamaban, los más viejos
cruzaba el río, por las acequias, hasta las eras
y pasaba por la puerta del camposanto
entre tanto se agachaba y recogía flores,
unos jacintos silvestres, unas collejas
madreselvas, lavandas y manzanillas
e hizo un hermoso ramillete de flores
más adelante cogió margaritas y amapolas
unas anémonas, malvas, tomillo y romero
con una espiga a modo de cuerda,
ató los tallos, con un nudo y varias vueltas,
quedó precioso el ramo, hermoso de color
y variado de tamaño y de formas
“para mi esposa, que la quiero tanto” pensó,
al llegar a casa, fue corriendo a su encuentro,
la encontró en la azotea, recogiendo unas cosas
con el ramo asido en una de las manos
y ambos fuera de su vista, apoyados sobre la espalda
abrazo a su mujer como no lo había hecho nunca
con el brazo que le quedaba suelto,
y le entrego el ramillete de flores silvestres,
cogió una que se le había caído al suelo
y a modo de broche, la coloco en su pelo.
***
Como son de importantes los detalles. Para saber que alquilen te importa no necesitas caros regalos, unas sencillas flores silvestres bastan
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar
EliminarAlfredo, como siempre, vaya cabeza!!!¡
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar
EliminarSi hay una bonita razón, los recados y los paseos, se hacen con ilusión. Gracias amigo por hacerlo tan bonito👋
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y comentar
EliminarEl detallismo en la elaboración del ramo me ha enamorado. Un diez.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y comentar
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