martes, 16 de abril de 2019

¡¡AY QUE PECADO, QUE PECADO!!


Juntar, no al azar y si con criterio,
durante un buen rato,
aceite, leche, azúcar y huevo
y por supuesto pan viejo, del pasado,
con miga para que se empape de líquido blanco,
ralladura de limón, miel y canela de palo, palito, palo.

Ponemos en el fuego un cazo, a medio camino,
entre el fuego fuerte y el despacito o casi apagado,
con la leche, el azúcar, las ralladuras de limón y la canela en rama.

Mientras damos tiempo a que se caliente la leche
rebanamos el pan en rodajas, en una amplia bandeja,
en ella colocamos, el resultado del cortado.

Al hervir la leche, la repartimos, ayudándonos del cazo
por encima de las rebanadas,
hasta que absorban el líquido blanco,
les damos la vuelta y más leche y a mojarlas de nuevo,
hasta que de la leche no quede ni rastro.

Pondremos en el fuego una sartén,
ni muy fuerte ni casi apagado,
con abundante aceite donde freír el pecado.

Batimos los huevos en un plato,
con mucha paciencia y cuidado,
antes de llegar a la sartén,
paramos primero donde está el batido de yema y clara,
pasamos por el huevo cada rebanada,
hasta que se doren en el aceite, por ambos lados.

Una vez fritas, en formación las colocamos,
posadas en una bandeja con papel para que suelte la grasa,
las espolvoreamos con azúcar y canela molida.

Para terminar, calentar mas leche,
ponemos la miel y a remover,
al hervir vuelta a verter encima del pecado y dejar enfriar,
cuando se hayan templado, dejar que cojan frío
y que queden todos los sabores bien mezclados.

Al día siguiente después del desayuno, como postre,
merienda o cena, a confesarse rápido
¡¡ay, que he comido tres o cuatro!!
¡¡Ay que pecado, que pecado!!

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