Al intentar modificar la
siguiente ecuación,
cambiando los términos de lado,
yo, que siento lo que digo,
al intentar decir lo que siento,
no siempre guardo las
composturas,
que si lleva tilde, el grito
que pego,
o si se le ha caído la “h” al
exabrupto emitido,
el caso es que teniendo que
guardar las formas
e intentar cumplir con las
normas,
hay momentos que creo mejor darme
la vuelta,
o vivir el día a día tapándome
la boca,
pues si elegimos esos caminos,
erraremos de plano,
hay que apartar el pie para que
no te pisen el callo,
en caso contrario, con el
consiguiente daño producido
mientras gritamos de dolor, no pensamos
en otra cosa.
Otro caso más del deber de
incumplir con la ecuación,
yo, que siento lo que digo,
al intentar decir lo que
siento,
¿ hay que alcanzar siempre esta
meta?
siendo una constante en la vida
de cada uno,
¿no se podría llegar a una
especie de acuerdo,
un punto intermedio, a medio
camino,
entre la verdad que me callo y
no digo
y lo que sin querer o
queriendo, me invento,
con tal de dar por finalizada
la contienda,
por temor a violentarme al no sacar
fuera,
aquello que nos produce tanto
sufrimiento?
***
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