No se ve a nadie, por más
que miro,
paseando por las calles,
sé que están en sus
casas, detrás de los muros,
los oigo, los siento, sus
ocurrencias, sus aplausos,
aprendiendo a vivir, de
otra manera, con otras formas,
buscando en los
diccionarios, cuánto dura la paciencia,
como si nos consolara ver
esa virtud escrita en blanco y negro.
Al otro lado, en otra
especie de mundo,
los días tienen 25 horas
o más,
eso se ve en las marcas
que dejan en los rostros,
en el cansancio, en los
dobles turnos,
trabajadores que ven el
amanecer en sus puestos de trabajo,
gente que se debate entre
la enfermedad y la muerte,
con el único consuelo de
las personas que están a su lado,
que cuidan de ellos,
suministrando algunos fármacos,
tomando los pulsos, en
los casos que son necesarios,
trasladándolas a otros
centros o cogiéndoles la mano.
Y menos mal que los
suministros están asegurados,
aguantando lo que no está
escrito al volante,
con las sirenas, con los
carritos o reponiendo los estantes,
vivimos en un castillo de
naipes,
una carta mal puesta, una
corriente de aire,
y el estado del bienestar
se desmorona,
nunca habremos estado tan
cerca
a pesar de tener que
guardar una distancia impuesta,
es todo tan artificial,
tan momentáneo, tan presente….
***
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