Se
iba haciendo mayor,
y se
paraba ante el espejo
con más frecuencia, cada día,
trataba
de recordar el ayer
sus inicios, sus primeros años
con
ganas y mucho afecto.
Lo
primero que veía
era
la cara de su mamá
su
olor, su tacto, sus nanas
y acurrucada en la cama,
cerraba
los ojos y dormía
y
comía, y dormía y lloraba
y
al despertar, ahí estaba ella.
De
centinela, vigilando
cuidando
sus sueños,
pendiente
de su respiración
protegiendo
su corta vida
y
transcurría el tiempo
y
era feliz, pero no lo sabía.
En
sus primeros pasos,
su
mamá seguía ahí,
los
tropiezos, las caídas,
sus
primeras heridas
cuando
se hacía grande
su
mal genio, los desaires
contestaciones a destiempo
y
su mamá seguía allí.
Y
también había besos,
cuchillos
y heridas,
amores
y berrinches
y
secretos y mentiras
y
su mamá preguntaba
y respuestas de mala gana.
Ahora
que ya es mayor
se
para delante del espejo
cada vez con más frecuencia
y recuerda
como una tonta,
su
infancia rodeada de cariño
y
a su mamá, estando ahí,
pero
ya no está, como antaño
y
la echa mucho de menos
y
la quiere contar secretos
y a su
mama ya no la ve
pero sabe que está ahí,
como siempre ha estado.
***
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