Su
madre se encontraba en la cocina, entretenida y ocupada con los preparativos, hoy
era Nochebuena, por cierto.
Desde
hacía bastante tiempo se había decidido que, esta noche, reuniría a toda la
familia en su casa para la cena.
Su
papá, estaba terminando de colocar los últimos adornos, cuando
acabara tenía pensado preparar los postres navideños, había mazapanes, unos
cuantos polvorones, turrón de tres clases, uno tradicional, de los que nunca
faltan en estas fechas, otro de yema tostada y el tercero era una sorpresa.
Sonó
el timbre de la puerta, eran los abuelos, los tíos, la hermana de su mamá, con
su marido y sus tres hijos y, por último, su otro tío.
Los
otros abuelos, los padres de su mamá, hace unos años que murieron. Al abuelo,
María no lo conoció, y la abuela se murió, cuando tenía dos añitos, así
que tampoco la recuerda.
“Cada
año, en todas las casas, falta gente a estas cenas”, oyó un día que la mamá de
María se lo comentaba a su papá, María creía que lo decía porque se acordaba de
sus padres, y en estas fechas, sobre todo, eso es lo que ocurre, que quieras
que no, se echa de menos a las personas queridas y cercanas que van faltando
cada año que pasa.
De
repente, uno de los primos, preguntó a su tía, la mamá de María: “¿Tía, donde
está el niño?”, y en ese momento todos los comensales miraron extrañados al sobrino,
este continuó diciendo: “tía en el Belén falta una pieza, la figurita del niño Jesús”.
Empezaron
a buscarlo, primero hurgaron en la estructura de madera que hacía las veces de
establo, y movieron a San José de sitio, y a la virgen María, al buey y al mulo,
y el pesebre lo levantaron, al menos unas cinco veces, para mirar debajo, a los
lados y ni rastro, miraron debajo de la mesa, de las sillas, y barrieron el
suelo, sin resultado alguno.
Y
María, testigo de tanto movimiento, estaba en un rincón de la estancia, asustada
y callada y con el puño cerrado, dentro del bolsillo del vestido.
Su
madre la vio y enseguida supo que le ocultaba algo, que tenía que ver con el
jaleo que se había formado en la mesa.
La
cogió en brazos y la sentó en su regazo, y suavemente habló con ella y le fue preguntando
cosas, y obteniendo información y motivos.
Resulta
que a María le daba pena, que el niño, estuviera entre pajas y medio desnudo, y
creía que estaba pasando frío, y no le gustaba que esa noche, Nochebuena, ellos
que tenían tanto, y el niño Jesús, tan poco, encima estuviera tiritando de frío,
por eso ella le escondió en el bolsillo de su vestido, para darle un poquito de
calor, y luego durante la velada, iría cogiendo algo de comida, suya o de la
que sobrará, para él, sus papás, el buey y el mulo.
La
madre de María, en ese momento, abrazó a su hija como no lo habría hecho nunca
y le lleno de besos, y sus mejillas se llenaron de lágrimas.
Aclarado
el asunto, todos le dedicaron al menos un rato a pensar en la inocencia de
María, y en el mensaje que esta acción había traído consigo.
La
cena se fue desarrollando en un tono distendido, y cada uno de los comensales,
pensaron en algún momento de la sobremesa, en el frío que habría pasado el
niño, entre pajas, en el pesebre, en aquel establo, y cuantos niños en
situaciones parecidas habría en el mundo, y más de uno seguramente daría
gracias, por lo afortunados que eran y la vida que Dios les había otorgado.
Para
finalizar la cena, la mamá de María, trajo el bizcocho, que estaba en el horno
y los invitados, poco a poco, se fueron acercando alrededor del pastel, y el
sobrino, aquel que dio la voz de alarma con la desaparición de la figurita, comenzó
a leer en voz alta las letras que su tía había escrito en la cubierta del
bizcocho con merengue y crema: LOS PERSONAJES DE ESTE CUENTO OS DESEAN FELIZ
NAVIDAD Y FELICES FIESTAS”.
Que bonito cuento 👌👋
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y comentar
EliminarOriginal manera de felicitar las Navidades y un claro ejemplo de reflexión que todos deberíamos tener en cuenta.
ResponderEliminarFeliz Navidad también para vosotros.
Un abrazo.
Muchas gracias por leerme y comentar
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