RELATOS EN CADENA
Unas
decimillas de fiebre al entrar al camerino no era impedimento.
Con aplomo
y sin titubeos recorrió primero las bambalinas, el patio de butacas, los palcos
y los aseos.
El telón
lo sacudió como pudo. Al acabar lo dejo con otro aspecto.
En el
camerino, después de mirar las fotos, dobló la ropa, ordenó el calzado y repuso
las bombillas del espejo. Por un momento pensó que pudo haber sido suyo.
Cada día se
preguntaba porque se hundió aquella tabla el día de “su” estreno.
Al salir, vacío
la papelera y la dejó en su sitio. Cerró la puerta y se marchó con las
decimillas y sin respuesta.
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