Pedí
consejo a uno de los ancianos de la comunidad. Se rumoreaba que lo había intentado
hasta en tres ocasiones. En una estuvo a punto de conseguirlo.
Empeño, perseverancia y suerte fueron su respuesta.
Llegó el día. Éramos muchos en el intento. Salimos entre caídas, zancadillas y empujones. Algo se agarró a mí con fuerza, pero no le di importancia. Entramos en un callejón a gran velocidad. Todo se volvió oscuro. Muchos se iban descolgando. Quedamos pocos. Continúe avanzando sin mirar atrás.
De repente todo era silencio. Supuse que había llegado. Me encontré flotando sobre un líquido salado. Descubrí con sorpresa que lo que había estado arrastrando era otro, que también lo había intentado.
Al cabo de bastante tiempo pude abrir los ojos y observé a través de una membrana, embadurnada de un fluido viscoso, a una señora tumbada en un sillón muy raro. Un señor, con bata, le decía sonriendo: “Enhorabuena, va a tener usted gemelos”