CONCURSO RELATOS EN CADENA
El poema
que él nunca terminó apareció ante sus ojos mientras revolvía los cajones de la
cómoda de su alcoba. Como si de un tesoro se tratara, comenzó a leerlo de nuevo.
No recordaba haber escrito esos versos ni quién era la chica a la que iban
dirigidos.
Su mujer entró
en el cuarto en ese momento y, al ver el papel entre sus manos, le abrazó con
lágrimas en los ojos, agradeciéndole los versos tan bonitos que le escribía antes
de que comenzaran a olvidársele las cosas.
Una lágrima
resbaló por sus mejillas cayendo al suelo sin ser vista.

Joer Alfredo, te superas, gracias, todos lo pasamos.
ResponderEliminar