Una
calavera, pequeña, junto a otra, más grande, con algún resto de pelo y la
dentadura incompleta, un orificio de entrada, en una de ellas y lo que parecía
un fuerte golpe, en la otra, un espejo hecho añicos, consecuencia de un acto
reflejo instantes después de haberse visto reflejado.
Todo comenzó con unos celos y una mala cabeza y acabó con una piedra y una pistola encontrada a destiempo.
Buscando motivos encontró respuestas.
Pulso los botones y se activaron los motores.
Con lágrimas en los ojos e hilillos de sangre corriendo por ambas muñecas puso rumbo al futuro, de donde había regresado.
***
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