Dijo la lágrima:
¿Mejilla, por qué, no dejas
tu piel tersa,
para que mi caída sea
limpia,
para que pueda deslizarse, sin obstáculos,
aunque húmeda, cómodamente
por tu rampa,
qué más da que sea de alegría
o de pena?
¿Por qué de día o de noche,
cuando el silencio es
eso, silencio,
tengo que estar despierta?
¿por qué no tengo
horarios, mejilla?
no siendo asunto tuyo,
de día, o cuando termina la
jornada,
o cuando la noche alcanza
el día,
o depende mucho de las noticias,
de las cercanas, de las
que me tocan,
o de las que como si
fueran mías, siento,
de las que me tocan el
alma,
o de las que me martillean la cabeza,
mi cerebro o mi pensamiento,
tu, mejilla, deberías tener
tu casa siempre limpia.
Respondió la mejilla:
tú que ya naciste dando
voces,
que nos criamos juntos,
desde que éramos bebés e infantes,
que nunca me has pedido permiso,
para expresar tus sentimientos,
lo que llevas dentro,
no es cuestión de que
encere la rampa,
lágrima, tú déjate
llevar,
mientras vacías las penas,
o las alegrías, según sea
el momento,
pero mira, lágrima,
para facilitar tu recorrido,
aunque yo siempre esté pendiente,
corres el riesgo, que acabado
el camino,
puedas salirte de mis
dominios,
debes estar alerta,
para que en el peor de
los casos,
no vayas a caer al vacío.
***
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