El ruido del deshielo de los
hielos del norte,
rugiendo como solo rugen las
tripas,
cuando tienen hambre y nada de
comida,
o el rugido de unas fieras en
libertad cuando se saben en peligro
cuando saben que su futuro es
incierto e inmediato,
cuánto daño a la vista, al oído y
al común de los sentidos
y a la conciencia por descontado.
El trino de los pájaros que,
anunciando la primavera,
resulta que estamos en invierno,
cuando bebían agua fresca en el
arroyo,
de otro deshielo, por cierto,
hoy en día andan revueltos y hechos
un lío,
entre frio que pasan en verano y
lo augustito que están en invierno,
cuánto daño al sentido común, a
la vista, al oído
y a la conciencia por descontado.
La reina del panal siempre
engalanada no se sabe porqué,
cuando todo era una fiesta,
miles de abejas a un panal de
rica miel,
obreras por aquí, zánganos por
allá,
todas de flor en flor, haciendo
su trabajo,
y que bonitas las flores, fruto
de las abejas y su esfuerzo,
y ahora, casi las contamos con
los dedos de una mano,
cuánto daño al sentido común, a
la vista, al olfato
y a la conciencia por descontado.
Otro rugido de tripas, esta vez
no va con el hielo,
viene de los ácidos del infierno,
harto de que seamos tan malos,
de estar provocando, a todas
horas,
que si los insecticidas, que, si
arrancamos la flora,
que si las tormentas no son
certeras
y siempre caen donde apenas hay
defensas,
cuánto daño al sentido común y al
olfato y al oído
y a la conciencia por descontado.
El fuego purifica el alma, ¿pero
cuanta alma hay suelta?
que no para el fuego de quemar,
todo lo que sale a su encuentro,
pobres animales huyendo en
desbandada,
sin norte, sin protección, sin
refugio,
y nosotros tan panchos, comiendo palomitas
delante del televisor,
que esa guerra, esa guerra no va
conmigo,
cuánto daño al sentido común, a
la vista, al tacto
y a la conciencia por descontado.
***
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