viernes, 4 de octubre de 2019

LA CENA



Con  la mirada perdida, ensimismado,
mirando al vacío y de reojo a la nada,
a las musarañas o algo parecido,
o acaso la nada sean mis recuerdos,
que sin orden ni concierto,
se ven atropellados en mi cabeza,
quizá, por querer ser los primeros en ser recordados:

Ese amor primero, que se escapó por los pelos,
que me hacía pasar las noches en vela,
quebrandome la voz y dejándome sin palabras
cuando pensaba declararle mi amor
justo antes que me diera calabazas.

Esa tarde de lluvia,
que me pilló en la acera
con los brazos en alto,
sintiendo en mi piel sus gotas,
sin importar que tuviera mojada la ropa,
justo instantes después de recibir mi primer beso.

Ese tren que sin detenerse, me paso por delante,
en contra de la leyenda no escrita,
pasó de largo, si, pero varias veces a lo largo de mi vida,
y en ninguna alcancé a subirme,
unas por pereza, otras por temor
 y alguna otra por no tener a punto la maleta.

Esa discusión con algún ser querido,
por una opinión expuesta a destiempo,
o una palabra equivocada en su destino,
un arrepentimiento que no viene a cuento,
y a resultas de ello, si te he visto no me acuerdo.

En fin, estoy con  la mirada perdida,
 ensimismado, mirando al vacío,
envuelto en mis recuerdos,
sentado en el borde de la silla,
a punto de que me llamen para la cena,
haciendo un repaso de mi vida.

***

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